Victoria Montenegro: “El dolor es menor cuando lo podés compartir con la gente que reivindica a sus compañeros y sus luchas”

La nieta recuperada número 66, actual militante y funcionaria, dialogó con DSC_0255ANDUMA sobre el proceso de recuperación de su identidad. Todo el camino que transitó hacia su verdad, tanto judicial y emocional, y la vivencia de haber convivido y haber sido criada por quién envió a matar a sus propios padres biológicos. Victoria, ejemplo de lucha y coraje, nos relata su historia y la importancia de la recuperación de la identidad como Derecho Humano fundamental.

Luego de su acercamiento a la verdad, ¿cómo fue su historia en relación a la militancia en Derechos Humanos?

En realidad mi acercamiento fue a la fuerza. Yo aparecí en una causa en el año 2000 y después de varios años de muchísima resistencia, empezando de a poquito a romper esa estructura que tenía de María Sol (el nombre impuesto por mis apropiadores), es decir, todo lo que tiene que ver con mi apropiación. Tuve que empezar a desarmar toda esa mentira y después hacer fuerte la causa de las Abuelas, sumarme a la búsqueda de los hermanos, y entender de qué se trataba en realidad esa historia. Para mí los DD.HH. eran una mala palabra. Las Madres y las Abuelas eran el símbolo de esa lucha y para mí eran personas nefastas, enfermas de odio, que realmente durante toda mi vida me habían generado mucho rechazo y miedo. Entonces no estaba en mí la necesidad de acercarme sino que, todo lo contrario, fue a la fuerza. Y gracias al juez Marquevich, que fue el único que avanzó en esa causa, llegué a la verdad y definitivamente pude ser Victoria.

¿Y cómo fueron esos primeros contactos con las Abuelas y después con su familia real?

La primera vez que yo la vi a Estela cerca fue cuando fui a notificarme al juzgado porque había aparecido mi familia y en el 2000 se comprobó que soy hija biológica de mis papás. Durante un año no quería tener vínculos con nadie, pero el juzgado te obliga a conocer a la otra parte. Y un día de junio o julio de 2001fui al juzgado y la condición que le había puesto al juez era, justamente, que yo me notificaba solo “si la Carlotto no estaba cerca”. Ellos me explicaron que mi familia había viajado 2000 kilómetros para conocerme y a mí no me interesaba en lo más mínimo. Me acuerdo que entramos al juzgado y estaba Estela en una esquina, había ido a acompañar a mi familia. En ese momento mi marido se emocionó y me preguntó si podía ir a saludarla porque Estela es de generar eso, y yo le contesté que si hacía eso a mi casa no entraba más.

El juez Marquevich cuidó mucho el momento. Con el tiempo, uno pone de ejemplo esas experiencias con los nietos que van apareciendo, en cuanto a la importancia de cuidar las palabras y al tratamiento de esos primeros acercamientos porque si en esas circunstancias a uno le dicen “tu apropiador”, eso duele y te lastima porque todavía no lo podés entender. El juez cuidó mi nombre, cuidó a mi familia. Ese día mi familia tuvo que entrar por otra puerta mientras me iban explicando la situación en la que me los iban a presentar. Todos esos detalles estuvieron cuidados. Yo me presenté como María Sol, hija del señor Coronel Herman Tetzlaff y de María del Carmen Eduartes, que para mí eran mis papás, que los amaba, y que eso no iba a cambiar nunca. Y luego aclaré que yo accedía a conocer a mis familiares solamente porque la Justicia me había obligado. Me acuerdo que durante muchos años quien llevó la causa fue el juez Markevich y yo estaba a su lado. Durante varios años la única protección que yo sentía era él, entonces estaba pegada sentada al lado de él, y en frente, mis tíos y mis dos primos. Y una vez, una de mis tías se puso a llorar, y no era un llanto normal, se le caían las lágrimas. Ahí podías entender todo el dolor de tantos años. Y fue la primera vez que aun en mi lógica de María Sol, pude comenzar a comprender algo.

Yo entendía que había habido una guerra y no podía entender que existiesen personas desaparecidas. Para mí era un tema netamente político, una persecución hacia mi papá. Y esas personas que estaban frente a mí eran responsables de esa situación que estaba atravesando mi familia. Yo era una pared. Para mí no sentían, eran subversivos, no tenían alma, no tenían sentimientos; y cuando vi llorar a una de mis tías empecé a humanizar eso, toda esa pared empezó a perder un poquito de forma. En ese momento Marquevich me dijo que mis familiares habían viajado mucho, que me buscaron toda la vida y que solamente querían una foto conmigo. Me dijo que entendían que ese lugar era muy frío y que quizás era mejor ir al café de la vuelta. Yo acepté ir a tomar un café a la vuelta del juzgado, con mi marido y mis familiares. Esa misma noche acepté también llevar a mis hijos, siempre pensando que no los iba a volver a ver más. Ellos se volvían a Salta y me invitaron al casamiento de un familiar y les dije: “bueno quizás”.

Ese mismo año viajamos a Salta cuando yo todavía era María Sol. En principio viajábamos por 4 días y nos terminamos quedando 47 días. Era rarísimo porque como María Sol siempre tuve muy pocas amigas y de círculos muy cerrados, nunca fui de estar en contacto con mucha gente, y al llegar a la casa de mi tía y que estuviera toda la familia: mis primos con sus esposas, hijos, sobrinos, fue como que a partir de ahí, mi estructura empezó a romperse y comencé a incorporar a mi verdadera familia. Igualmente fue algo que me costó bastante.

A lo largo de toda su historia usted suele mencionar el rol que tuvo su compañero, su esposo, en este proceso. ¿Cuán decisiva fue esa contención?

Gustavo me ayudó muchísimo. Cuando todo lo que a vos te rodea es mentira, es muy difícil poder salir de esa situación porque te aterra. Siempre, desde que lo conocí, supe que íbamos a estar juntos e iba a ser el padre de mis hijos. Me acuerdo que cuando empezamos a salir, un día Herman nos vio -él no quería que yo saliera con Gustavo-, y lo agarró del cuello. Lo levantó a su altura y apretándolo, le dijo que no lo quería ver más conmigo. Yo pensé que después de eso no iba a volver conmigo. Pero volvió y ahora van a hacer 24 años que estamos juntos. Fue un proceso largo donde los dos crecimos juntos, fuimos papás jóvenes pero en ese momento era el único que me marcaba las cosas y si bien hoy se lo agradezco mucho, en ese entonces tuvimos discusiones terribles porque en mi lógica él se paraba en un lugar de traición, se paraba a decirme que quizá había una abuela, otras cosas que yo no conocía y que para mí eran una altísima traición a quien era “mi papá”. Tuvo que acompañar todo ese proceso en el que todos los reproches iban a él, toda la canalización iba hacia él.

Siempre se le escuchó decir que no odia a sus apropiadores. ¿Cómo transitó ese camino de no odiar, algo que también las caracteriza a las Abuelas, a pesar de haber pensado previamente que ellas estaban llenas de odio?

A partir de ese proceso, que fue muy largo, lo que a uno le pasa por la cabeza con todas esas contradicciones, es que esa formación que uno recibía estaba destinada a que uno nunca sea uno mismo. Recuerdo pasar horas enteras en las que me explicaban lo importante de proteger los valores, la patria y lo perverso de la subversión, de las Madres, las Abuelas. Tenía naturalizado el odio, el uso de la violencia, el cuartel, desde que tengo uso de razón. Después, cuando pensás que creciste en Campo de Mayo, donde estuvieron tus papás secuestrados, es difícil seguir sosteniendo esa ideología. Cuando uno puede salir de ese nivel de perversión, cuando uno se acerca a la verdad con toda la resistencia que puede tener, y de golpe se encuentra con la verdad, con la otra familia, los otros hijos que son tus hermanos, lo que hacen las Abuelas, uno empieza a tener un poco de paz después de tanta locura. Y, sobre todo, porque es tu vida, podés desintoxicarte de tanto odio que nunca tuvo que haber pasado en la vida y esto le paso a mucha gente, y le pasa aun a muchas personas y no sólo a las víctimas del terrorismo de Estado.

Por eso, cuando uno hace charlas en las escuelas pone toda la energía y cuida cada palabra porque es sumamente importante lo que uno les comunica a los chicos. Y a veces, algunos profesores que están comprometidos, no terminan de ordenar la historia porque es muy complicada. Es imprescindible explicar que no es lo mismo una adopción que una apropiación. Si no se confunde cuando te dicen “te criaron con amor”, porque nada está más alejado del amor que la apropiación.

En mi crianza fue todo lo contrario, el odio era lo más natural en la vida, yo estaba totalmente convencida de que había personas que merecían vivir y personas que no. Cuando él contaba los operativos, los secuestros, las torturas, en mi imaginación yo veía a un héroe salvando al país, y cuando te das cuenta de lo terrible de todo eso sabés que nada estuvo más alejado del amor que ese tipo de acciones.

¿Cómo sería capaz de transformarse todo esto terrible en algo productivo o bueno? Yo creo que la respuesta tiene que ver con mis papás, con que se amaban y que todos los hijos de desaparecidos somos hijos del amor. A pesar del tiempo que pasó, y a pesar de todo lo que intentaron, eso es más fuerte. Cuando fui a Salta después de 26 años de no haberlos visto nunca, a las pocas horas entendí que esa era mi familia. Ver a mis hijos corriendo con sus primos, jugando, como si fuese algo de toda la vida, fue algo muy movilizador. Es como dice la frase, “la sangre es más espesa que el agua”.

Por eso no odiamos, porque por más que lo hiciéramos, nadie nos devolvería a nuestros padres, ni los años de apropiación, ni todo lo que nos tocó pasar. Todos esos bebés de mi generación que intentaron robarse fueron frutos del amor, por eso nosotros, a pesar de todo, elegimos seguir ese camino de amor.

¿Cómo se juega en su caso la relación entre la recuperación de la identidad y el compromiso militante? ¿Su militancia es un modo de reivindicar la militancia de sus padres?

Sí, yo creo que en este camino que me tocó, y el que eligen también otros nietos, algunos decidimos militar. En mi caso fue la posibilidad de trabajar con Alicia Kirchner la que me permitió entender un poco más. Primero fue en la política de DD.HH. pero me costaba acomodarme. A mí me costó mucho humanizar a mis padres, entender a mi familia, acompañar a las Abuelas. Yo siempre conocí a mujeres que eran esposas de militares, todas amas de casa y fue recién en 2007 que empecé a trabajar, y mi primer jefa era una asesora de Alicia que además es militante y recién ahí pude entender cómo podría haber sido mi mamá si estuviera viva, y de qué se trataba ese universo de “mujeres extrañas que hacían cosas extrañas”, que eran militantes.

Antes, las grandes discusiones que nosotros teníamos, era que todo estaba como estaba porque la mujer había decidido abandonar el hogar y salir a trabajar, porque no se respetaban los valores, la familia, y todo ese discurso. Me acuerdo que una vez me vino a buscar un equipo del partido de Seineldín diciéndome que necesitaban jóvenes como yo y me ofrecieron estar en una de sus listas. Y bueno, a partir de Alicia, de Norma, empecé a entender que lo que hacían mis viejos era luchar, era militar, era el compromiso social para transformar, y eso era la política, todo eso que para mí estaba tan alejado.

Si bien no hay un “click” porque es todo un proceso muy largo, algo en particular que recuerdo que me ayudó a acomodarme un poco, fue cuando Néstor leyó la carta de Joaquín Areta y ahí pensé: “¿Cómo alguien supuestamente tan perverso podía escribir cosas tan lindas?”. Y ahí entendí que había humanidad en la militancia, en el trabajo en el territorio, en la política.

Y también comprendí que mis papás eran militantes políticos. Empezar a ver esta realidad y ver cómo se transformaba la vida de las personas a través de la política como herramienta, ver en el barrio la inclusión de esas personas que habían estado totalmente expulsadas del sistema, me hizo pensar que todo eso era por lo que ellos luchaban. Y a mis papás los desaparecieron por militar por personas como ellos. Y como los desaparecieron, y como perdimos aquella vez en la historia, se generó esa herida que hacía que estas personas estuvieran en esa situación, y cuyas vidas se pudieron transformar hoy, a partir del Estado de derecho y del compromiso y la gestión. Alicia me decía que nunca habían pensado que iban a lograr ese sueño de devolverle la dignidad a la gente, que esas personas pudieran pararse de igual a igual delante de cualquiera, reconocerse como sujetos de derecho. Esa transformación es la que podemos hacer todos los días y que tiene que ver con el lugar donde uno está, cualquiera sea éste. Cuando yo empecé a trabajar, atendía el teléfono y mi compromiso era no irme hasta no haber contactado a esas personas que sabía que al otro día tenían que llevar un documento a primera hora. Eso es militancia, meterse y resolver problemas, y entender que en cada una de esas vidas, transformás un montón de vidas. Y una vez que te metés y lo abrazas, es un camino de ida. La palabra “compañero”, que es la más hermosa, significa que estás ahí y que el otro siente lo mismo que vos y le pasa lo mismo que te pasa a vos, le hierve la sangre igual que a vos. También desde lo generacional es increíble porque hoy me pasa que mis hijos son más grandes que lo que eran sus abuelos al momento de desaparecer y poder verlos militar con esta realidad es maravilloso. Tener esta posibilidad maravillosa, a la vez, nos interpela a redoblar esfuerzos, porque nos paramos sobre la ausencia de miles de compañeros que soñaron con poder ver y hacer lo que nosotros hoy estamos haciendo. Tenemos una posibilidad histórica, estamos escribiendo la historia, y es fundamental el lugar en el que nos paramos. Y es clave entender la significación del futuro para esta realidad política, la importancia de seguir construyendo, de multiplicar. La frase “la Patria es el otro” no es un slogan porque que la patria sea el otro es lo más hermoso y verdadero que nos pasa como militantes. Cuando yo era María Sol me inculcaban siempre que la palabra Patria estaba vinculada a la derecha, esto de “Dios, Patria y Hogar”. Era la Marcha de las Camelias, la bandera celeste y blanca y la chocolatada del 25 de mayo, a eso se reducía la patria. Hoy la realidad es muy distinta, es saber que la patria es el territorio que transformamos todos los días, que es esa persona que vuelve a creer que es posible vivir mejor, que tiene que ver con nuestra historia.

Marcelo Koenig Dir. Escuela Superior de Gobierno junto a Victoria Montenegro.

En ese camino de escribir la historia hoy le toca asumir un rol en el Estado y, en particular, dentro del campo de DD.HH., en relación con los derechos de las mujeres, ¿cuáles son sus expectativas en ese sentido?

Es un gran desafío. Si bien desde Kolina y desde la Secretaría de DD.HH. veníamos militando los temas de violencia institucional y violencia de género además de las políticas de memoria, verdad y justicia, la verdad es que este lugar (la Unidad de Coordinación Nacional para la Prevención, Asistencia y Erradicación de la Violencia Contra las Mujeres) es un desafío fantástico y de una responsabilidad enorme por el que tengo que agradecer la confianza que depositaron en mí tanto Cristina Kirchner como Alicia. Estamos poniendo mucha fuerza para que cuando hablamos de género no se piense solamente en la mujer en la puerta de la comisaría o pidiendo una perimetral, sino que se piense la mujer empoderada en sus derechos.

Si queremos darle batalla en serio a la violencia contra las mujeres, que en nuestra sociedad ha estado en gran medida naturalizada, hay que empoderarlas. Veo permanentemente cómo funciona el mecanismo del violento con la víctima y no puedo dejar de encontrarle similitud con lo que fue la historia de la apropiación, en ese círculo que te envuelve.

Muchas veces depende de uno transformar algunas cosas pero poder ver la realidad de ese mecanismo que funciona alrededor de la violencia es verdaderamente difícil, y es necesario seguir formándonos porque las leyes son nuevas, todavía falta hacerlas carne. Necesitamos que la gente entienda que no se puede terminar con la violencia de género si entre todos no nos comprometemos, si no empezamos a transformar nuestras formas políticas, porque no existen fórmulas mágicas para erradicar eso. El Estado solo no puede abarcar todo eso, considerando que 7 de cada 10 mujeres atravesamos alguna vez una situación de violencia y detrás de esas mujeres hay hombres que ejercen esa violencia, que tienen determinada impunidad para ejercer esa violencia que hace que sea sistemática. Todo el tiempo vemos esta estigmatización de la víctima hasta el punto de decir que “ella se lo buscó”; la victima termina siendo la responsable de la violencia. ¿Cuál es nuestro rol como sociedad con respecto a eso? Entendiendo que la única forma de que la mujer pueda correrse de esa violencia es si está empoderada en sus derechos. Hay un programa que es realmente revolucionario, el Programa Ellas Hacen, en el que hay 100 mil mujeres que son mayormente víctimas de violencia de género, que tienen 3 o más chicos y son un núcleo de mujeres que no habían tenido la posibilidad de formarse por su realidad y que ahora están terminando la primaria, la secundaria, que se capacitan en oficios. Es increíble ver la fuerza transformadora de esas mujeres y la posibilidad que tiene una mujer cuando tiene autonomía económica, cuando puede separarse de esa situación, cuando puede poner límite. No deja de sorprendernos la potencia transformadora que tiene una mujer tras entender que tiene el derecho de vivir una vida sin violencia, que puede y existe esa vida que pareciera estar del otro lado.

Todo esto tiene que ver con una política de Estado, un Estado que se hace cargo de una violencia que no empezó ahora pero antes no se hablaba de femicidios sino de crímenes pasionales, entonces la gente entendía que un violento explotó de amor y la mató. Y esto no es amor, la mató por ser mujer porque en algún momento ella decidió vivir su propia vida. La solución a estas situaciones depende de todos, hay un Estado presente y toda una fuerza de trabajo para luchar contra esto, pero la sociedad en su conjunto tiene que entender que hay que abrazar esta lucha, y que cada uno tiene que dar esta lucha desde su lugar.

¿Qué era para usted el 24 de marzo antes de ser Victoria y qué significa ahora? ¿Cómo definiría los DD.HH. hoy?

Del primer 24 de marzo de María Sol, tengo el recuerdo de Herman marchando por las reivindicaciones que ellos hacían con respecto a la Patria, recuerdo el cuartel. Los 24 de marzo yo colgaba la bandera argentina. Me acuerdo que en 2001 (cuando el tema de la dictadura se empezó a trataren la escuela), mi hijo mayor, un 24 de marzo tuvo que hacer un trabajo y escribió que el 24 de marzo de 1976 había empezado el Proceso de Reorganización Nacional, que nuestros soldados habían entrado en guerra para ganar la paz, etcétera, es decir, él volcaba todo mi discurso. Y en un momento él me dijo: “la seño me va a retar porque no es esto”. Me acuerdo que fui al colegio y tuvimos una gran discusión porque además el profesor de música les había hecho cantar “De igual a igual” de León Gieco, y al docente lo terminaron echando. Yo a mis hijos les prohibía escuchar a León Gieco porque para mí eran todos subversivos que te “lavaban el cerebro”, y mi hijo del medio -el más rebelde- escuchaba a León. Durante todo ese tiempo en el que yo tenía ese pensamiento, las Abuelas estuvieron buscándome. Después esto fue cambiando y a medida que pude ir cambiando mi historia, logré marchar con Abuelas el 24 de marzo, y en esta última marcha pude ver tanta juventud que me quebré. El dolor es menor cuando lo podés compartir con la gente que reivindica a sus compañeros y sus luchas.

Los DD.HH. son ese puente que estamos construyendo desde todos estos años de militancia, en esta historia de nuestros padres, de las Abuelas, de las Madres, y de esta realidad transformadora que vemos todos los días en los barrios. Venimos de una historia para la que estos compañeros, estas madres, estas abuelas, quisieron que tenga un presente con justicia.

Hay dos puntos que hicieron posible esta realidad, primero la decisión política de Néstor de terminar con la impunidad en el país, pero también la inmensa resistencia histórica de estas mujeres, que son la prueba que hace posible que hoy tengamos identificados a un montón de responsables del pasado más terrible, y también a los responsables civiles, que son los mismos que hoy siguen operando para que no podamos construir ese país con que soñaron nuestros padres y tantos compañeros.

Esto que estamos haciendo, que los pibes de barrio vayan a su universidad, que nuestras mujeres puedan volver a ser sujetos de derechos, que puedan estar empoderándose en sus derechos, que puedan estudiar, trabajar, y proyectarse un futuro es un piso muy importante para nuestro país, sobre el que podremos construir esa patria soñada. Estamos empezando. Cuando nuestros pibes egresen y sean médicos, no van a dejar que un chico se muera, no van a dejar a una mamá esperando 4 horas en la guardia con su hijo con fiebre. Esa va a ser la generación que va a transformar definitivamente nuestra patria. Y eso es entenderse como una herramienta o un puente; sé que vamos a dejar al menos una huella en este camino.

Victoria Montenegro es titular de la Unidad de Coordinación Nacional para la Prevención, Asistencia y Erradicación de la Violencia Contra las Mujeres del Consejo Nacional de Mujeres. Es dirigente de la agrupación política Kolina y es la nieta restituida por Abuelas de Plaza de Mayo N° 66.

Hilda Ramona y Roque Orlando:

Hilda Ramona Torres y Roque Orlando Montenegro fueron primero militantes de la JP y luego del ERP salteños. Trece días después del nacimiento de Victoria, un grupo de tareas entró en la casa en la que la familia vivía en Boulogne. Al frente de ese operativo estaba el coronel del Ejército Argentino Herman Tetzlaff, que había sido jefe de inteligencia del Centro Clandestino de Detención El Vesubio, y quien se apropió de la niña seis meses después de haber asesinado a sus padres junto a su esposa con quien le cambió la identidad a Victoria llamándola María Sol.

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